Finalizada una nueva ronda de Doha en Ginebra, los países más importantes del mundo decidieron que no había clima para un acuerdo comercial. La negociación para lograr un acuerdo global en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC) empezó hace siete años en Doha, Qatar. Pero en el ínterin surgió un nuevo fenómeno: el aumento incesante del precio de los alimentos. Durante décadas el bajo precio de los alimentos estimuló la idea de ser una de las principales causas de la pobreza en el tercer mundo. Pero, súbitamente, comenzaron a experimentar aumentos que se han sostenido en el tiempo.
Las razones que se esgrimen, algunas de índole estructural, para explicar dicho aumento son entre otras: el crecimiento del ingreso per cápita en China e India, el reemplazo de tierra agrícola por proyectos de desarrollo urbano, el agotamiento de la innovación tecnológica, el aumento del precio de los fertilizantes y los combustibles, el uso de alimentos para fabricar biocombustible entre las más citadas. Cualquiera sea la importancia de cada una de ellas, la tendencia para los próximos años es que los precios van a seguir subiendo.
Esta circunstancia generó en los negociadores de la ronda de Doha el optimismo de que dicho aumento no podía llegar en un mejor momento, pues ahora los granjeros de Europa, Estados Unidos y Japón ya no necesitaban sacrificar los subsidios que trababan el acuerdo. Sin embargo ahora el problema era otro, el problema era que los precios de los alimentos estaban demasiado altos, y el tratado en discusión podía hacerlos subir un par de puntos porcentuales más, especialmente en el caso de la leche, las semillas oleaginosas y el arroz. Esto significó que un grupo importante de países comenzaran a priorizar, en el marco de la negociación, la seguridad alimentaria.
La ronda, de aquí en más, se seguirá desarrollando en este marco de incertidumbre.