A lo largo de los últimos años, el MERCOSUR ha ido evidenciando los límites de la integración lineal, automática y general, donde el mercado era el único agente regulador de los costos y beneficios. Este proceso de integración no se ha limitado a los aspectos comerciales y propendió a la extensión de los beneficios a todos sus miembros, alentando la complementariedad de los distintos eslabones de la cadena de valor regionales. Diversos fueron los intentos de institucionalización de la cuestión hasta que en junio de 2008 se estableció el Programa de Integración Productiva del Mercosur. Claro está que dicho programa no recorrerá un fácil camino toda vez que deberá lidiar con la inestabilidad de las políticas relativas a favorecer la cooperación interempresarial y a la falta de incentivos de escala.