El presente trabajo pretende rastrear acerca del proceso de construcción de la identidad nacional rusa, tras la caída de la Unión Soviética (1991) y la primera etapa presidencial de Boris Yeltsin (1992- 2000). Se pretende ilustrar acerca de cómo se produjo esta evolución en un contexto inédito de un Estado, plurinacional, antes imperial y con una nueva estructura institucional federal, otrora coercitivamente centralista.
La construcción hegemónica por parte del putinismo, recortando el poder de los oligarcas, centralizando la relación con las regiones y controlando los medios de comunicación, fue indispensable para impedir una eventual disgregación territorial mayor a la ocurrida.