Si realizamos una visión retrospectiva de la larga historia de conflictos que han jaqueado la región de Medio Oriente durante tantos siglos, salta a la vista que el momento más relevante de esta evolución, lo constituye, sin lugar a dudas, la proclamación del Estado de Israel, realizada el 14 de mayo de 1948 dicha relevancia se desprende de las consecuencias que semejante acto iba a ocasionar para el conflicto árabe–israelí y para la estabilidad política de la región, la cual, como sabemos, atravesó desde la citada fecha cinco guerras, sin contar la del Golfo. Precisamente, en el marco del conflicto árabe–israelí, no debemos olvidar que el mismo Plan de Partición de Palestina esquematizado por las Naciones Unidas en 1947 que había dado vida a Israel como sujeto del Derecho Internacional (adjudicándole un 56% de los territorios), preveía, asimismo la creación de un Estado árabe (correspondiéndole a éste el 44% restante de las tierras). Sin embargo, los resultados de la guerra que sobrevino inmediatamente (la llamada “Guerra de Independencia de Israel”), así como los de las otras cuatro, hicieron que en la práctica jamás se constituyese un Estado árabe en Palestina.