1979 marca la entrada del islamismo en las relaciones internacionales por dos acontecimientos: el triunfo de la Revolución Islámica en Irán y la resistencia a la invasión soviética de Afganistán. La reacción de Estados Unidos a los acontecimientos fue contradictoria. El Islam revolucionario de Irán se transformó en la mayor fuente de amenaza, mientras que los Mudjahidín afganos recibieron apoyo financiero y ayuda militar. Una primera observación se impone: el Islam que triunfó en Irán era el Islam shiita, mientras las principales organizaciones guerrilleras en Afganistán eran de confesión sunnita, igual que sus principales socios que auspiciaron la resistencia, Arabia Saudita y Pakistán. Esta diferencia, sin embargo, muy probablemente contó poco o nada en los cálculos estratégicos de Washington. Como en toda la Guerra Fría, la Contención guiaba el diseño de la política exterior, y el Islam en Afganistán no era más que un instrumento para atacar al imperio sobreextendido en su periferia y obligarlo en retroceder a sus posiciones iniciales, según la doctrina del roll-back de Reagan. Diez años después, los soviéticos se retiraron de Afganistán que, pronto, desapareció de la agenda de la política internacional.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)