A pesar del creciente interés por dilucidar el misterio de Raúl Ruiz, reflejado en varias publicaciones los últimos años, nos encontramos aún frente a la punta del iceberg. Ruiz, quizás está de más decirlo, es un cineasta caleidoscópico y lo ingente de su obra, acompañada de una enorme dispersión que dificulta su visionado, va conformando una tarea de largo aliento. Más allá de las ideas generales que uno se va formando a partir de la revisión de sus películas, tan distintas y tan paradójicamente iguales, tan diversas en sus referentes y situaciones geográficas, y tan estrechamente vinculadas a un ser cultural especifico, Ruiz abre constantemente umbrales que van construyendo un laberinto cuyo minotauro se abandona al placer del extravío. Uno de esos portales es Las tres coronas del marinero (1983). producción francesa filmada en Madeiros, Portugal, cuya historia transcurre en lugares tan distantes como Val paraíso, Buenaventura, Tánger, Dakar y Singapur.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)