El compromiso corporal que los modelos tradicionales de enseñanza musical demandan para las actividades de transcripción se limita a la imitación vocal y/o la percusión de lo que debe transcribirse. Por su parte, la cognición musical corporeizada postula que el cuerpo juega un rol fundamental en tales procesos y que las acciones motrices que derivan de la resonancia con la energía física del entorno conforman un marco de memoria (ontología) que funciona como modelo anticipatorio. Se presupone que una ontología orientada por la acción sería más apta para promover una imagen de la música escuchada susceptible de ser luego recuperada, si contemplase una corporeidad más amplia informada por la kinesis de la ejecución. Para testear esta hipótesis se diseñó una prueba que fue administrada a 36 estudiantes de música de formación inicial. Los resultados indicaron que un contexto de práctica multimodal amplía la ontología orientada por la acción al incorporar más de un nivel de descripción en la experiencia y si bien la imitación vocal, en tanto articulación corporal, provee un nivel de experiencia kinética, las acciones corporales asociadas a la ejecución instrumental, amplían el ámbito de experiencia favoreciendo la resolución de las tareas de transcripción.