En 1968 comencé a trabajar como docente en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, donde permaneci por veintitrés años. Un tiempo después de haber ingresado, aproximadamente entre los años 1971 y 1972, se decidió realizar parte del equipamiento para la carrera de Diseño Industrial y, como era de esperar, le encargaron a los docentes de ese Departamento que se ocuparan del mobiliario. Como titular del taller, asumí confeccionar las mesas de dibujo, es decir, los tableros, que perduran allí hasta la actualidad.
Los condicionantes que había determinado para hacer el trabajo fueron la factibilidad y el bajo presupuesto. Por ese entonces, en mi práctica profesional estaba diseñando muebles de caño curvado, así que comencé por lo que conocía. Fui a ver a mis proveedores y les solicite los presupuestos. Al hacerlo descubrí algo que me sirvió para siempre: los proveedores fijan el precio de su trabajo según la pieza que realizan y el entorno en el que se mueven; mi entorno era el de los muebles caros, y por lo tanto cada estructura era bastante costosa.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)