En los 80 la peste rosa desató la discriminación persecutoria pero también la acción militante. No existía ni el AZT. Los 90 afianzaron el puente con los derechos Humanos y la CHA expandió los alcances de su militancia. Parte de aquella ala radicalizada, Flavio Rapisardi desanda a pie y corazón esas décadas para llegar hasta hoy con la intención de redoblar la pelea colectiva contra el sida.