Cuando en 1918 los cañones dejaron de escupir su fuego, millones de jóvenes habían regado con su sangre los suelos de Europa.
La Gran Guerra había sido una innovación en todo sentido. Por un lado, los avances en la tecnología militar habían sido tanto asombrosos (la aparición del tanque de guerra, la utilización de los aviones como medio de combate, etc.) como terribles (el uso de gases tóxicos en el combate). Esos avances tecnológicos se volcaron luego al campo civil.
Por otro lado, había sido, realmente, una guerra mundial. Los frentes se habían extendido por todo el orbe. Europa, el cercano oriente, la península arábiga, Africa, incluso hasta las islas Malvinas. Los Estados Unidos salieron de su aislacionismo, y entraron en la guerra en 1917, inclinando definitivamente la balanza a favor de las potencias aliadas.
Las economías se pusieron en marcha, algunas progresaron, otras quebraron.
Pero, fundamentalmente, la Gran Guerra trajo aparejado un gigantesco cambio político.
Finalizada la contienda, el mapa europeo cambió para siempre.
(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)