Después de la desintegración de la URSS, la idea generalizada fue que Rusia continuaría siendo la mayor garante de la seguridad y estabilidad en las recientemente independizadas Repúblicas Centrales Asiáticas (RCA). Más aún, se esperaba que las reformas económicas radicales que Moscú debía poner en práctica en forma inmediata, serían un ejemplo a seguir por los gobernantes de las RCA. Muchos factores colaboraron en esta percepción.