Para recordar a Rodolfo J. Walsh hay que hablar también de la belleza, la de su prosa y la de su vida. De su ética y de su estética. Ese vuelo lento de la belleza que observó Gelman le llevó tiempo, según dice Walsh en su autobiografía. Pero no para aprender a armar un cuento o sentir la respiración de un texto, sino para recorrer un itinerario que conduce a una clave profunda de la literatura argentina.