Cuando hablamos de “ciudades o territorios inteligentes” como nos ocurre cada vez con mayor frecuencia en muchos ámbitos, tenemos que estar dispuestos a manejarnos con un “concepto vivo” en plena “construcción”. No obstante en general se entiende por “(…) “ciudad eficiente” o “ciudad súper-eficiente”, (…) a un tipo de desarrollo urbano basado en la sostenibilidad que es capaz de responder adecuadamente a las necesidades básicas de instituciones, empresas, y de los propios habitantes, tanto en el plano económico, como en los aspectos operativos, sociales y ambientales”. Por tanto “(…) Una ciudad o complejo urbano podrá ser calificado de inteligente en la medida que las inversiones que se realicen en capital humano (educación permanente, enseñanza inicial, enseñanza media y superior, educación de adultos…), en aspectos sociales, en infraestructuras de energía (electricidad, gas), tecnologías de comunicación (electrónica, Internet) e infraestructuras de transporte, contemplen y promuevan una calidad de vida elevada, un desarrollo económico-ambiental durable y sostenible, una gobernanza participativa, una gestión prudente y reflexiva de los recursos naturales, y un buen aprovechamiento del tiempo de los ciudadanos.”