¿Para qué sirve recordar? ¿Para qué le sirve el pasado a una sociedad? ¿Qué fines, qué utilidades, qué usos tiene la memoria colectiva? La pregunta puede sonar profana, pero es el centro profundo de la construcción de una política pública de memoria colectiva. Sobre todo cuando de lo que se trata es de un pasado doloroso y vergonzante. Las matanzas, las guerras y los genocidios de las últimas décadas dan por tierra con el lugar común: no es cierto que sirva recordar para que no se vuelva a repetir. La humanidad no cesa de insistir en sus peores tragedias.