Este libro de la novelista y ensayista estadounidense suma, a su activa participación en problemas sociales y políticos, una reflexión crítica sobre la violencia y sus representaciones. Su trayectoria biográfica le permite dar testimonio en primera persona del horror de los genocidios debido a sus frecuentes viajes a Vietman, Camboya y Sarajevo. Define a la guerra como una cuestión de “hombres” y, condenada por todos los discursos, a la vez, es declarada inevitable. “La guerra rasga, desgarra. La guerra destripa, abrasa, desmembra. La guerra arruina”.