Retomando los hallazgos narrativos de las vanguardias soviéticas de los años 20, Marker piensa el cine en términos de montaje. Y, como Vertov, concibe este arte como una escritura donde caben el ensayo, el poema visual, el cine- retrato o el documento histórico. Estamos en los años 50, en Francia, cuando una serie de cineastas abren nuevas perspectivas al cine-ensayo, sobre todo a través de cortometrajes. Georges Franju (Le sang de bêtes, 1949) o Alain Resnais (Van Gogh, 1948) participan con él de esa ruptura con los sistemas de creación y producción dominantes; la reivindicación de un cine de artistas libres.