El dominio del oficio del compositor aparece muy vinculado en nuestra cultura al dominio de la escritura, es decir, de la notación musical como cuerpo de símbolos y signos que, al ser decodificados por el intérprete, restituyen la obra imaginada. El pasaje a la notación se convierte en el primer obstáculo, la primera demora que afronta el compositor. Con ella aparecen grietas por las que se evaden ciertas ideas y materiales; a veces, también se produce un movimiento en ambas direcciones e ingresan elementos y planteos imprevistos de fructíferas consecuencias.