Cuando uno redacta despliega todo su encanto, o pretende desplegarlo, a través de las palabras, las frases, los giros elegidos para comunicar. Uno escribe y quiere que su texto sea único, como la rosa de El principito, de Antoine de Saint-Exupéry. Pero en el mercado de las publicaciones nuestro escrito parece volverse una copia, de la copia, de la copia. Las ideas volcadas en él parecen repeticiones, al derecho y al revés, pero nada nuevo. Entonces: ¿cómo hacemos para que sea único? Pero hay algo que podemos hacer sin que sea una receta mágica: planificar la forma y el contenido del texto. Así, podremos tener la certeza de que es nuestro texto, nuestra rosa, nuestro estilo, plasmado en frases y párrafos.