Una rápida mirada a la ambigüedad de la situación nos coloca de frente al problema: el celular es un elemento indispensable dentro de los efectos personales (tanto que existe un síndrome asociado a la ansiedad que genera su olvido: la nomofobia), pero, dentro del contexto escolar, se convierte en una alteridad a la que enfrentar o silenciar porque irrumpe e interrumpe (Dussel y Quevedo, 2010: 21). Cada centro escolar, y/o cada docente, asume decisiones protésicas que no se enraízan en el conflicto, mientras que, desde diversas disciplinas científicas, especialistas ofrecen tibias propuestas para encausar esta realidad. La triple interacción de escuela-docentes-alumnos genera fricciones permanentes que se filtran por las diferentes brechas cotidianas (y entre ellas, la tecnológica).