A veces uno piensa el país como Pedro Páramo. Observa las sombras de los muertos transitando por la calle, por los caminos. Las historias. Uno esta ahí, en el andarivel de Cayastá, la vieja Santa Fe, y ve la momia de Hernandarias, ordenadita, junto a su mujer, en el sótano de la iglesia como todo hombre de pro. Pero no se le escapa que ese hombre zarpó, río abajo, Paraná, con cincuenta mancebos para buscar, con una esperanza loca, la Ciudad de los Casares. Esa ciudad que tiene infinitos lugares en el mapa. No sólo en el físico.
Pero ¿quién se detiene en cómo se fue construyendo el mapa del país?.