En la búsqueda de la comprensión de “los otros” ha habido una dimensión constante que se ha planteado, en diversas perspectivas antropológicas, a la vez como condición sine qua nony como obstáculo a superar: el “nosotros”. Las concepciones positivas de la investigación social afirmaban que en el camino de la objetividad y de la constitución de los estudios sociales como “ciencias” era indispensable superar las “distorsiones” provocadas por la subjetividad. Sin embargo, en otras perspectivas el “nosotros” fue conceptualizado como punto de partida y condición del conocimiento antropológico.
Como señala Peirano, en la tradición francesa el investigador es concebido como sujeto de una ideología (occidental) a partir de la cual desarrolla su tarea comparativa con otros valores y representaciones.
Además, “em países ideologicamente em processo de contrucão nacional” la búsqueda de autoconocimiento “surge como postura duplamente política e intelectual” (Peirano, 1992:144).
En la antropología contemporánea la cuestión de la reflexividad ha suscitado una enorme discusión, tanto en términos “metodológicos” como “textuales” o “narrativos”. Aunque puede percibirse una tendencia a concebir la subjetividad como elemento constitutivo del conocimiento social y esto -en comparación con las “normas clásicas” de la verdad objetiva- puede parecer una “revolución paradigmática”, intentaré mostrar cómo los autores que discuten la problemática hacen referencia a diversas subjetividades y a diferentes usos posibles de la categoría de reflexividad.
En efecto, la creación o construcción de un contexto determinado a través de las prácticas y discursos puede ser entendida como inherente a todo proceso de interacción social -como en el caso de la etnometodología-, o puede ser analizada en relación al lugar del investigador. En segundo lugar, la consideración de la subjetividad del investigador puede realizarse vinculada a distintos elementos: en su relación con los sujetos que estudia, en la relación entre su objeto de estudio y su biografía, en relación a la construcción contextual en el campo -las modificaciones que produce su presencia-, en relación al contexto académico en el cual se produce el trabajo, en relación a la construcción del texto etnográfico.
El problema que pretendo tratar aquí no se refiere tanto a la construcción del texto (ver Clifford y Marcus, 1991) como al encuentro etnográfico en sí.
Más específicamente, al modo en que la relación social que construimos junto a los sujetos que estudiamos en el campo, la intersubjetividad, requiere un proceso de objetivación para convertirse en un material invalorable de interpretación. Se trata de considerar la dinámica concreta que asume el proceso de “fusión de horizontes” (Gadamer, 1993:372-377; Cardoso de Oliveira, 1996:24-25) en un segundo movimiento que asuma como base la tarea comprensiva.
Buscaré analizar tres de las principales corrientes que discuten la reflexividad (etnometodológica, interpretativa y bourdeana), invitándolas a desentrañar una situación por la que atravesé en mi trabajo de campo. En el marco de mi investigación sobre bolivianos que viven en la ciudad de Buenos Aires, realicé un viaje a Bolivia junto a uno de mis principales interlocutores (o “informantes”). Al intentar pensar sobre la situación concreta, buscaré diferenciar modos compatibles y contrastantes de aproximación a la reflexividad.