En su materialidad que induce a establecer una inicial aproximación cognoscitiva desde la percepción visual que tenemos de ella, la obra de arquitectura se nos presenta in nuce como una evidencia, vale decir como aquello que es a partir de lo que vemos. El conjunto de estas evidencias que componen nuestras ciudades, tienen una primera y elemental organización que distingue a las expresiones de matriz clásica de aquellas que por exhibirse despojadas de toda ornamentación son evidentemente modernas. A partir de esta básica distinción, se ha buscado muchas veces establecer un recorrido lineal que en forma evolutiva trace el camino, esto es la historia, que conduce al punto culminante en el desarrollo de la arquitectura alcanzado por la modernidad.