El presente trabajo tiene el objetivo de hacer visible la necesidad de que las intervenciones profesionales de Trabajo Social deben adquirir una perspectiva de género. Para esto se proponen un conjunto de reflexiones iniciales con la intención de problematizar a partir de dos ejes: el Trabajo Social como profesión femenina y el espacio privado como lugar habitual de la intervención profesional.
Los escenarios sociales actuales están configurados por un profundo debate y sensibilización sobre las problemáticas de género. Por un lado, se pueden destacar los procesos promovidos por diferentes organizaciones de la sociedad civil, como por ejemplo la desnaturalización del acoso callejero por medio de piropos, siendo su máxima expresión la movilización “Ni una menos” realizada en junio de 2015, en la que distintos sectores se manifestaron públicamente en contra la violencia hacia las mujeres. Por otro, la reaparición del estado como un actor que toma dichas demandas, algunas históricas, generando un proceso de ampliación de derechos formales, por ejemplo la Ley de identidad de género en el año 2012, de matrimonio igualitario en 2010, de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia hacia las mujeres en 2009 o contra la trata de personas en 2008, por nombrar algunas.
En este contexto, se vuelve necesario incorporar en la mirada y las acciones profesionales dichos avances con el fin de ser profesionales que habiliten y colaboren con la aplicación efectiva de los mismos.
Las concepciones de género atraviesan a las-os trabajadores sociales, tanto como lo hacen con toda la sociedad. Si esas concepciones no son cuestionadas, determinan un tipo de intervención profesional desde el sentido común. Se busca explicitar la importancia de la perspectiva de género para generar un salto cualitativo en el accionar profesional evitando reproducir las naturalizaciones patriarcales, tanto hacia las-os sujetos de intervención como hacia las-os profesionales.