Sin lugar a dudas, la idea de trabajar de manera colaborativa no es nueva en el ámbito de la educación. ¿Quién no recuerda haberse reunido de manera presencial para elaborar algún trabajo pedido por la maestra o el profesor, que luego debía presentarse al resto de la clase? Esta reunión de varios miembros de un equipo, cada cual con sus propios bagajes culturales y de experiencias, resultaba muchas veces en un esfuerzo individual puesto en favor de un interés grupal: la construcción de un producto conjunto a través de la interacción. Ahora bien, ¿se trataba realmente de trabajo colaborativo auténtico o era tan solo trabajo cooperativo?