Cuando en agosto de 1991 el volcán chileno Hudson lanzó a la atmósfera grandes volúmenes de cenizas volcánicas que rápidamente se asentaron sobre el territorio de Santa Cruz, los medios de comunicación se convulsionaron ante el fenómeno y, en general, lo presentaron como muy peligroso y excepcional. Se nos consultó al respecto y los periodistas quedaron un tanto decepcionados al informárseles que dicha explosión volcánica no era tóxica (mucho se dijo, entonces, de enviar a la zona máscaras antigás) ni tampoco muy peligrosa para las vidas humanas (hay, sí, mortandad de animales, ya que al comer pastos cubiertos por cenizas introducen en el tracto digestivo filosas partículas vítreas que provocan hemorragias intestinales). ¡EI periodismo no científico lamentaba que no hubiese una dramaticidad mayor!