Las Islas Galápagos, situadas en el Océano Pacífico a unos 1000 kilómetros de las costas de Ecuador continental, constituyen uno de los escenarios naturales más fascinantes para el estudio de la evolución de las especies biológicas (Lanteri, 1997). Se trata de un conjunto de islas volcánicas que se han originado por erupciones de magma en el fondo Oceánico, y nunca han estado en contacto directo con el continente.
Las especies o los antecesores de las especies que en ellas habitan, han arribado desde las costas del Pacífico de México, América Central y norte de América del Sur, o han evolucionado en distintas islas o diferentes áreas ecológicas de una misma isla, dando lugar a un gran número de especies endémicas (con un área de distribución restringida al archipiélago de Galápagos) (Lanteri, 2001). Éste fue uno de los aspectos que llamó la atención del más ilustre visitante de las islas Galápagos, el científico inglés Charles Darwin, quien en su libro “El viaje del Beagle” manifestó su asombro por “el gran número de especies autóctonas que habitaban en esas pequeñas islas, ocupando rangos muy confinados en el espacio” (Darwin, 1845).