El tranvía tomado en la esquina de mi casa, me dejaba en las puertas del bosque. A veces, por las fuertes lluvias éste parecía un gran lago; había que prepararse para cruzarlo y no era fácil. En primavera era una delicia caminar con su perfume. Hace más de cuarenta años y me parece volver a sentir la alegría de mis comienzos: siempre me pareció un sueño pertenecer al Museo. A él le he dado lo mejor de mi vida en cuatro décadas.