"Entré como a mi segunda casa”. Esa fue la primera respuesta de Domingo García a nuestra pregunta sobre cómo había ingresado al Museo. Y algunos que tuvimos la suerte de aprender a su lado, desde estudiantes, también lo sentíamos así: el Museo era la segunda casa de Mingo. Nació en la calle 4 entre 42 y 43 y vivió toda su juventud en ese barrio. A los diez años ya trabajaba con su padre, de oficio hojalatero (recuerda que retiraba de la cocina del Jockey Club las ollas que se picaban para cambiarles el fondo). Por esa época, en su casa, tenían como inquilino a José Marelli, quien le enseñó a tocar el bandoneón. En palabras de Mingo: “...sin darme cuenta, fui aprendiendo una pieza... y otra... y ya sabía como cuarenta cuando entré al Museo”. En 1930, con catorce años, pantalón corto y aún alumno del colegio, logró entrar como aprendiz. El Dr. Luis María Torres lo encomendó a Benito Fernández, Jefe de Preparadores del Departamento de Arqueología y Etnografía y desde ese momento trabajó allí durante cincuenta años. En 1938 fue nombrado en el cargo que Fernández abandonó para jubilarse y permaneció en el mismo hasta 1980.