Para superar la restricción que impone el empleo de la luz, son creados, como extensión de nuestros sentidos, poderosos instrumentos electrónicos que toman la información de manera indirecta y luego la transforman en algo accesible para el ojo. La ventaja de los electrones consiste en que se propagan con una longitud de onda bastante menor a la de la luz, lo que se traduce en un mayor poder de resolución. Y esto equivale, a su vez, a la posibilidad de obtener imágenes nítidas con aumentos mucho mayores. Los primeros microscopios electrónicos comerciales (posteriormente llamados de transmisión - MET) aparecieron a comienzos de la Segunda Guerra Mundial, en 1939. En cambio, el Microscopio Electrónico de Barrido (MEB) es un cuarto de siglo más joven:
comienza a comercializarse en pleno apogeo hippy, en 1965.