Nunca peor sabido, ni siquiera pensado, hablar nada menos que de Belgrano “contra” San Martín; máxime que éste no es menos ni más que aquél. Ya lejanamente el rosarino Casielo dijo del Libertador que se trataba in integrum de un “caballero cristiano de ejemplar integridad”, designación que también le cabe al exitoso vencedor de Tucumán y Salta.
De allí es que, sin hesitación ni duda alguna, mantengo la recurrencia notoria de considerarlo el Santo de la Patria; máxime que no he sabido nunca de prócer, patriota o político alguno que haya logrado exhibirse como la gura más pura, preclara o nítida de la historia universal, y de la Argentina, en especial.
Como trataré de acreditarlo en este texto, nada biográfi co, sino compendioso de los grandes temas y talentos del general, las relaciones de los dos grandes aludidos al principio, no fueron sino de los más cordiales; aunque, y como se da en todos los grandes de dimensiones superiores, siempre existen algunos (ocasionales) disensos, además de los muchos y superiores consensos: patria, moral, justicia, libertad y amor.
Y no es para menos, si se tienen en cuenta tales talentos, virtudes, acendradas y magnas incumbencias patrióticas de tales prohombres. Dejo a San Martín, con y a partir de Ricardo Rojas, entre muchos otros biógrafos del general, y resérvome lo de “Santo de la Patria”, únicamente, para el Gral. Belgrano, abogado, periodista, cronista, educador, político, militar, economista, fi lántropo, fundador, etc.
El lector sabrá advertir, sin duda, las virtudes éticas de este texto, y simultáneamente, disimular con sabia discreción, las múltiples recurrencias aludidas ut supra, así como las imperfecciones, equívocos, olvidos, ausencias y demás falencias del mismo texto, escrito a renglón de acaeceres, emprendimientos y realizaciones del prócer, sin tener en cuenta otro orden que la magnitud de su presencia ética y la santidad de su vida de hombre, hijo del Señor, con sus naturales limitaciones: potente, sapiente y presente. Aunque todo, más que de buena fe, de buena fe guardada.