La investigación cualitativa tiene un potencial muy importante para el estudio de la sociedad. Es un tipo de metodología que ha ganado espacio en los círculos académicos. Entendemos que una de las tareas cruciales de este tipo de investigación es el manejo de la información que nos permite la construcción de datos, esa tarea que llamamos el análisis. Durante nuestra experiencia como profesoras de Investigación Social y como directoras de proyectos, tesis y trabajos de campo, nos hemos encontrado con dificultades para instruir y recomendar un texto a la hora de operar con información cualitativa. Ya que muchos llegan, incluso, a pensar que se puede hacer investigación cualitativa de manera no metódica, recolectando información sin pensar en las preguntas de investigación, ni en el marco conceptual, ni tan siquiera en el diseño. Esto ha dado lugar a que el investigador se encuentre con un número infinito de información y no sepa qué hacer con ella ya que cuando definió el problema, cuando diseñó la investigación, cuando preparó el trabajo de campo no pensaba en el tipo de análisis que iba a hacer. Esto termina, necesariamente, en un desorden poco productivo. Sabemos que no hay recetas y aquí tampoco las encontrarán. Porque el investigador que lleve a cabo diferentes formas de investigación cualitativa es lo más cercano a un artista, a un artesano, tiene sus propias estrategias, su propia forma de hacer. Pero esto no puede servir para justificar el caos, esas formas no pueden ser anárquicas, del tipo vale todo, porque terminan siendo confusas lo que va en detrimento de la validez de la investigación. Existen fuertes e importantes tradiciones teórico epistemológicas que han establecido corrientes de debate profundas sobre el análisis de información cualitativa. Si bien es cierto que tenemos una postura personal frente a un problema y que tal postura se entremete constantemente ello no debería interferir en la investigación, de cualquier manera estas posturas deben hacerse explícitas.