La experiencia musical, como experiencia artística, es cultural: lo es en sus distintas apelaciones, me refiero a la sensorialidad, a la afectividad, al intelecto. Cada una de ellas, a su modo, está marcada por una pertenencia cultural, por una tradición, por el momento histórico. Nuestra sensorialidad auditiva, por ejemplo, que podría entenderse como el estrato más natural de la experiencia musical, está construida, sin embargo, por las sucesivas capas de timbres y combinaciones tímbricas que se han sucedido en la historia de las producciones musicales. Nuestra sensorialidad auditiva es hoy diferente de la que tuvieron, por ejemplo, los contemporáneos de Mozart, y, a su vez, los contemporáneos de Ravel.