En un artículo científico publicado en 1996, el paleontólogo uruguayo Richard Fariña señaló que la fauna de mamíferos que habitaba la región Pampeana durante la última parte del Pleistoceno (hace aproximadamente 200.000 años) estaba ecológicamente desbalanceada de acuerdo con los patrones observados en faunas modernas. Su tesis consistió en que, comparada por ejemplo con la sabana africana, en la fauna pleistocena existía un exagerado número de formas herbívoras de más de una tonelada de masa corporal -entre las que se destacan mastodontes, toxodontes, macrauquenias, gliptodontes y perezosos terrestres- con relación a la relativamente escasa representación de carnívoros de gran tamaño. Parangonando con la novela policial de Gastón Feroux, El misterio del cuarto amarillo, en la que en una habitación cerrada por dentro se cometen asesinatos, Fariña formuló la hipótesis explicativa que entre los supuestos herbívoros habría carnívoros ocasionales encubiertos. Finalmente, tras un proceso de descarte que incluía un somero análisis anatómico, concluyó que eran los perezosos terrestres los que habrían jugado ese papel.