El calendario, que ordena nuestra vida diaria estableciendo ciclos de actividad, se basa en la periodicidad. Los fenómenos que mejor responden a la misma son, como es sabido, los astronómicos de absoluta regularidad. Sin embargo, somos testigos de otros hechos asimismo periódicos, que aun no siendo tan precisos, podrían también servir para el mismo efecto. Entre ellos, se cuentan los ciclos agrícolas. En el presente artículo hacemos referencia a dos calendarios especiales que, a pesar de que su vigencia está distanciada en el tiempo y en el espacio, tienen en común su relación con la agricultura.