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En el marco del Doctorado en Comunicación nos proponemos investigarla experiencia del cuerpo en la cultura contemporánea en contextos de exclusión desde una dimensión simbólico afectiva, a partir del caso de los jóvenes de sectores populares consumidores de pasta base de cocaína. Esta pregunta se sitúa en un contexto donde podemos reconocer una vuelta a los grandes interrogantes que plantean una mirada totalizante sobre los entramados sociales, revisando las articulaciones –no sin conflictos- entre las estructuras y los sujetos, entre sociedades e individuos. Es éste un contexto donde también, y fundamentalmente en América Latina, asistimos a unos procesos que tienen como centro la disputa por el Estado, la ampliación de ciudadanías y de derechos entre los que se destaca el derecho a la comunicación; son, además, unos derechos que se hacen carne. Estas luchas en buena parte hoy tienen lugar gracias a muchos de los aportes realizados desde este campo de conocimiento en la medida en que ellos permiten entender que la comunicación es más una cuestión de sentidos sociales que de aparatos, de actores más que de medios y que lo que allí se pone en tensión no es ni más ni menos que los modos en que administramos la vida en común. De este modo, lo que llamamos las grandes preguntas cobran especial relevancia cada vez que asumimos que la producción de conocimiento debe estar al servicio de la transformación, del mejoramiento de la calidad de vida, de la emancipación de los pueblos. Partimos entonces de considerar que el cuerpo es siempre comunicación en la medida en que necesariamente es una construcción simbólica más que un dato o un hecho biológico, natural. En este sentido, la experiencia subjetiva del cuerpo lleva inscriptas determinadas relaciones de poder que son incorporadas por los sujetos a partir de un determinado orden social en una relación de internalización-externalización de las pautas culturales. La tarea de dar cuenta de cuáles son los modos en que las culturas son incorporadas por los sujetos requiere de conocer cómo es que ellos establecen unas configuraciones o composiciones sociales donde se entretejen deseos, afectividades, intereses, relaciones de fuerza, de poder, tensiones y conflictos. Lo que llamamos sociedad más que la suma de acuerdos entre individualidades es una relación incesante entre sujetos y culturas, de manera que abordar por separado ambas nociones implica unos problemas o limitaciones a la hora de pensar en cómo es que la sociedad expresa los acuerdos o sentidos de un grupo de individuos interdependientes a la misma vez que éstos, a través de sus prácticas, dan cuenta de las marcas de dicha sociedad a la que permanentemente configuran. De esta forma, aquí se pretende explorar en los indicios de la corporalidad entendiendo que allí existe una doble operación que tiene que ver con reconocer en la superficie del cuerpo los rasgos sociales de la época que sirven de nexo al interior del mismo, en una articulación con los modos el que los sujetos experimentan estas marcas y las exteriorizan consciente e inconscientemente. En este sentido es que aquí nos preguntamos por los modos en que estas dimensiones del cuerpo -no siempre tangibles como las percepciones, sensaciones y afectividades- que lejos de estar escindidas de los aspectos fisiológicos, el lenguaje y el pensamiento, constituyen parte del proceso cuya vivencia produce significados y se presentan, también, como condición de posibilidad del sujeto. Desde aquí nos preguntamos, entonces, por cómo es que los sujetos pueden (re) inventarse en la experiencia del cuerpo y con ello mutar los modos de estar juntos con los otros, en y con el mundo. Los contextos actuales nos permiten reconocer los modos en que los jóvenes están poniendo sus cuerpos a diario en distintos ámbitos: hacen política, desde el amor y la alegría, proponen equidad, dicen no a las exigencias de los grandes poderes hegemónicos que no hacen más que robar la dignidad de los pueblos; inauguran nuevos tiempos/espacios para vivenciar el cuerpo en la red haciendo de lo virtual algo real, con sentido; exigen el derecho a ser sus cuerpos en las luchas por las identidades de género y diversidad sexual; y son, también, los cuerpos del horror que cotidianamente nos arroja la razón neoliberal: los cuerpos de la droga, los cuerpos desaparecidos, los cuerpos de las violencias. Para comprender estas prácticas proponemos verlas desde la experiencia, ya que no implican una racionalidad o concepto unívoco sino algo que sucede y que en el acontecer genera relato. De este modo, en este trabajo nos formulamos unos interrogantes alrededor de la corporalidad y las subjetividades juveniles, especialmente atendiendo a las prácticas de consumo de pasta base de cocaína (paco). Entre estos interrogantes se nos presentan las preguntas por los modos en que las marcas de la cultura se hacen presente en los cuerpos del paco, analizando desde una dimensión simbólico afectiva cómo es que tales consumos proponen modos de estar juntos o bien, maneras de alterar un orden social.