Es frecuente que frente a la revelación de abusos sexuales por parte de un niño, o incluso de un adolescente, el adulto, a veces paralizado por el efecto que tal revelación provoca, ponga en duda la veracidad del discurso del niño. La duda se introduce en su pensamiento y se encuentra en la imposibilidad de determinar si el niño esta diciendo «la verdad» o si se trata de meras especulaciones fantasmáticas, producto de una imaginación un poco florida. Como interpretar el discurso de un niño que confía en un adulto, en general de su entorno familiar o escolar, haciéndolo partícipe de una escena que a menudo dura desde hace tiempo? Me parece de suma importancia que el adulto esté preparado para poder recibir este tipo de revelaciones, mas allá del carácter ignominioso de la misma, sin que esto desencadene el escepticismo o la duda. Lo contrario seria vivido por el niño como una descalificación de su propia percepción y por ende contribuiría a incrementar el traumatismo padecido. Al traumatismo del abuso sexual se agregaría el traumatismo de la incredulidad del adulto.