La relación con el consumo ha marcado históricamente una justificación de corte meramente biológico como necesidad de supervivencia y un parámetro social asociado a lo elaborado, la buena vida. Nuestros bienes consumibles se han incrementado, no existe un número estable de necesidades que se desean satisfacer para alcanzar la supervivencia biológica y social. En todo caso el consumo se ha liberado del estigmático rol de vanidad, cuando avanza en el umbral de lo ostentoso, pero por otra parte, quedar por debajo de los índices continúa siendo un reproche ético social hacia las esferas político-económicas.