Desde que en 1980 Aureliano Tapia Méndez encontró en Monterrey la carta que Sor Juana Inés de la Cruz le enviara a su confesor, Antonio Núñez de Miranda alrededor de 1681, no hubo descubrimiento tan importante en torno a los misterios de la décima musa como el que Hortensia Calvo y Beatriz Colombi hicieron en la Latin American Library de la Universidad de Tulane. Dos cartas de María Luisa Manrique de Lara y Gonzaga, XI Condesa de Paredes y marquesa de la Laguna, mecenas de Sor Juana, fueron el feliz tesoro que las autoras hallaron entre papeles legales coloniales. Ambas cartas están firmadas por la Condesa y su revelación ilumina un nuevo camino en torno a la vida y obra de Sor Juana Inés de la Cruz y a la trascendencia de los espacios de poder ocupados por mujeres en la Colonia. El interés de la crítica por la vida de Sor Juana y por sus vínculos con las cúpulas virreinales es constante. Desde la primera biografía escrita por Amado Nervo (1910) hasta el último libro de Antonio Alatorre y Marta Lilia Tenorio (1998), pasando por los infaltables estudios de Ludwig Pfandl (1963), Octavio Paz (1980), o incluso por la película de María Luisa Bemberg (1990), una zona privilegiada fue la relación entre Sor Juana y la Condesa de Paredes. El vínculo entre ambas suscitó, como se sabe, variadas hipótesis de diversa calidad. La Condesa de Paredes ha sido, hasta ahora, un casillero vacío en la crítica sorjuanina, apto para ser llenado con muy diversos sentidos.