Al periodo de atonía por el que pasó la novela española en los años previos a 1975 le siguió el del desencanto. Este sentimiento invadió a críticos y novelistas ante la inexistencia de imaginadas obras maestras que verían la luz en la democracia. Se creía que el cambio de régimen político generaría una nueva narrativa, pero la realidad fue otra como José María Martínez Cachero indicaba al analizar la novela escrita durante el lustro 1976-1980: "ni la vida de los premios ni la presencia entre nosotros de hispanoamericanos y de retomados del exilio, ni la libertad permitida por la supresión de la censura oficial produjeron muchas y sustanciales novedades". En realidad el cambio fue paulatino.