Desde la teoría política se ha tomado tradicionalmente al Estado como un ente normativo, regulador, centralizado y burocrático que distribuye efectos de poder.
Creemos que el Estado no se reduce simplemente a un instrumento normalizador o controlador, sino que ejerce la capacidad de potenciar los mismos procesos políticos gestados en el seno de la sociedad. En este sentido, la estrategia de los gobiernos posneoliberales se ubican dentro y fuera del Estado en un doble juego, desde lo institucional y lo popular, en el marco de una hegemonía compleja.
Los primeros cien días de gobierno, que marcan la llegada de un proyecto político ante una institución tan arraigada como el Estado, representan un desafío fundamental que define la posibilidad de desarrollar las propuestas y concepciones ideológicas y programáticas. Estos momentos iniciales representan una primera impresión sobre lo que se pretende hacer y cómo, ante toda la sociedad. Los primeros días de gobierno son un dispositivo comunicacional en sí mismo, que reúne la atención y movilización de los ciudadanos, con el objetivo de utilizar dicha fuerza social acumulada para concretar la acción política de lo propuesto y capitalizar la conquista popular. Es en ese momento, donde las actos de gobierno deben ser conducidos por un preciso plan de acción que busque producir efectos políticos concretos. Los objetivos de los primeros días de gestión deben asegurar un control efectivo de los resortes de la administración, una señal clara a los poderes reales y sus intereses, y un compromiso de transformación hacia los ciudadanos.
En el siguiente trabajo haremos una revisión crítica sobre los conceptos y definiciones sociales y políticas alrededor de este tema, y el valor estratégico de la comunicación.Asimismo, intentaremos analizar los actores involucrados en la toma de decisiones y evaluación en función de los primeros cien días de gestión.