La necesidad de promover un ejercicio ciudadano que aporte a la consolidación de la democracia, la conciencia crítica y la convivencia, ocupa un lugar prioritario en el campo de la educación, y enfrenta nuevos desafíos debido a los vertiginosos cambios que se están produciendo en todos los ámbitos sociales gracias al uso masificado de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), y a la fuerza que éstas han tomado debido al incremento en el uso de Internet (tan solo en América Latina y el Caribe, Internet pasó de tener 4 a 39 usuarios por cada 100 habitantes entre 2000 y 2011, según CEPALSTAT).
De acuerdo con la UNESCO (2013) las nuevas formas de conectividad están propiciando otras maneras de participación, control social y activismo en redes sociales, las cuales enriquecen las democracias y abren paso a un nuevo orden mundial y a un nuevo ciberciudadano que ostenta “más poder del que nunca tuvo el ciudadano convencional” (p.14).
De todos los terrenos que están teniendo como motor de cambio esta revolución científica y tecnológica, a la educación se le reconoce como el escenario más importante de acción tanto para enfrentar los retos y transformaciones que presentan las TIC, como para consolidar las democracias (Sunkel, 2009).