El kirchnerismo se conoce hace más de una década como movimiento y fuerza política que empieza a tener visibilidad en el escenario político previo a las elecciones de 2003, en donde Néstor Kirchner se postula para Presidente, bajo una campaña que buscó capitalizar el descontento por la crisis del 2001 y progresivamente se distancia de la estructura del peronismo, principalmente oponiéndose a Carlos Ménem en diferentes congresos partidarios (De Piero, 2013). Las elecciones de ese año resultan en un ballotage entre estos dos políticos y lo consagra a Kirchner (con el apoyo de Eduardo Duhalde) como Presidente de Argentina con un 23% de los votos al retirarse Menem del ballotage.
En su discurso de asunción, Kirchner señala que su llegada “desde el Sur” busca fijar nuevas prioridades y políticas de estado para crear futuro y generar tranquilidad. Como llegara Perón “desde los cuarteles” y podríamos afirmar que es esta exterioridad la que le permitió presentarse como “lo nuevo”, utilizando fórmulas del tipo “cambio es el nombre del futuro”. Llegar quiere decir ocupar el lugar de aquello que no existe más y que, sin embargo, es indispensable para que la Nación exista (Sigal y Verón, 2008).