Una fría noche del tardío invierno europeo, un canal madrileño, durante imperdibles 90 minutos, un puñado de entrevistas a mujeres de mediana condición social y edad, un par de maridos, alguna abuela y una psicoterapeuta al final.
La periodista no dejó en ningún momento de mostrar −en el tono de sus preguntas, con elegante y sutil firmeza− que estaba decidida a hacer la sorprendente nota a esa media docena de mujeres adoptantes, pero −al mismo tiempo− dejar sentado que ni avalaba ni compartía sus extravagancias maternales.
Madres ellas de bebés adoptivos por los que habrían pagado entre € 300 y € 2000, ¡cada uno! Algunas mostraron su exacerbado interés por ellos al punto de tener no solo uno sino que podían contarse de a docenas, equipados con abultados vestuarios para todo tipo de ocasión y clima, munidos además de un amplio set de accesorios propios de un bebé urbano: coche de paseo, mecedora, bañera, juguetes de cuna.
Arropados para la inclemencia de las siestas de enero la periodista se animó a acompañar a algunas de ellas en sus paseos en metro o por las veredas en coquetos coches, entre la mirada curiosa y sorprendida de los ocasionales transeúntes hasta que una de ellas comentó “¡qué bonita! Parece una muñeca”.
Fue la periodista quien −para hilaridad de los fisgones detenidos alrededor lo confirmó− “Pues, es lo que es”.