En la clase ocho de su seminario “El ser y el Uno (Inédito)”, Jacques-Alain Miller llama adicción a la repetición del Uno, que conmemora un goce inolvidable que liga al sujeto a un ciclo de repeticiones cuyas instancias no se suman, es decir que no se adicionan, y cuyas experiencias no enseñan nada. Más adelante, en la clase diez del mismo seminario, se ocupa de distinguir las dos caras del síntoma, la descifrable y la opaca al sentido, dice:
la otra faz del síntoma tiene que ver con su repetición, susceptible de ser constatada. ¿Qué es lo que se repite? Eso que llamé la última vez el Uno de goce. No es algo que se descifre, no es algo sobre lo cual opere la palabra, como sí ocurre sobre las formaciones del inconsciente, por la buena razón que es una suerte de escritura salvaje del goce -Lacan empleó este adjetivo, salvaje, esto quiere decir: fuera del sistema-; es una escritura del Uno solo por completo, en tanto el S2 con el que estaría en correlato sólo es un supuesto (Inédito).
Concluye diciendo que la raíz del síntoma es la adicción.