En los últimos años, el acceso a la educación por parte los jóvenes se ha consolidado como una preocupación prioritaria a nivel nacional. Puntualmente, lo que respecta a la finalización de la escuela secundaria y el ingreso a los estudios superiores.
Es moneda corriente escuchar la palabra educación ligada a la inclusión. Sin embargo, es importante dar cuenta del significado de esta unión discursiva. ¿De qué hablamos cuando decimos que la educación debe ser inclusiva?
En el caso de este trabajo, retomaremos lo expuesto por María Belén Álvarez, secretaria de Bienestar de la Universidad de Cuyo y coordinadora de la Red Bien, en la entrevista realizada en el marco de la Revista Bicentenario, “Nosotros concebimos la inclusión no solamente desde lo social sino también desde lo académico. Para eso creemos importante valorizar el sistema universitario gratuito y nacional porque es la primera garantía de inclusión y de acceso” (Ministerio de Educación, 2012: 30).
En este marco, el egreso de los jóvenes de la escuela secundaria y el ingreso de los mismos a la Universidad debe analizarse en clave de un enfoque inclusivo. De lo contrario, el planteo de “educación universal, libre y gratuita”, no sería más que un lema.