A fines de la década del noventa y principios de este siglo se produjo la mayor adquisición de editoriales argentinas en manos de capitales extranjeros, alcanzando una concentración polarizada en dos: Random House y Grupo Planeta. La “industria” se fue imponiendo a lo “cultural”. Hoy asistimos al triunfo de los monopolios editoriales y a la resistencia de editores independientes frente a esa propuesta de aplanamiento en serie.