Japón representaba, para mí, parte de ese vasto mundo que parecía inasible a la distancia, una realidad ajena y enigmática que incentivó mi curiosidad. Ya de chico, un poco por casualidad y, más tarde, por una búsqueda consciente, me fui acercando a algunas de sus manifestaciones culturales: en principio fueron las artes marciales; y, luego, me interesé en el cine, la música, la poesía, la filosofía zen; y, finalmente, el idioma que se transformó en una inesperada fuente de recursos creativos. La idea de tener una experiencia de estudio en Japón fue cobrando forma muy lentamente. Con motivo de un breve viaje a Japón relacionado con mi práctica de artes marciales comprendí que estudiar allí no era una idea descabellada e imposible de concretar. Como docente e investigador de la Universidad Nacional de La Plata pensé que podría ser una muy buena opción solicitar una beca de investigación y posgrado que ofrece el Gobierno de Japón a través de su embajada en Argentina.