Aprender a leer y a escribir, dice Noé Jitrik (2001), es el verdadero destete, el momento en el que alguien empieza a ser individuo, rompe realmente el cordón umbilical y debe valerse por sí mismo. Las prácticas de lectoescritura son los aprendizajes que nos permiten tener consciencia de lo que somos en el universo, tanto en lo individual como en lo colectivo. La posibilidad de ingresar a esas prácticas nos permite no sólo construir y ampliar nuestra cosmovisión del mundo, sino también, inscribirnos en un marco de humanidad.