En las postrimerías del período presidencial, el doctor de la Plaza llamó a ocupar el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, a un hombre apasionado por los problemas de la enseñanza; dispuesto, preparado, acrisoladamente recto, con todos los bríos del talento y de la juventud para realizar reformas de trascendencia en una repartición que las necesita para corregir defectos que los años han convertido en prácticas habituales. El momento, sin duda, no es de los más propicios. Pocos meses de cartera, la elección presidencial, incertidumbre acerca del sucesor, cohíben un tanto la acción sobre reformas que, después de decretadas deben ser dirigidas. El doctor Saavedra Lamas ha consagrado la mayor parte de sus años de estudio, a la educación.