En las carreras de sociología de nuestras universidades públicas suele haber escasa presencia de asignaturas consagradas al pensamiento y la teoría social latinoamericanos. Pese a que existe una larga tradición crítica —una suerte de “campo” dedicado al pensamiento latinoamericano y a las ciencias sociales latinoamericanas — y más allá de la vocación crítica de sus cultores, muchos cientistas sociales dan por sentado que la elaboración de teoría social es una prerrogativa cuasi excluyente de los/as autores/as provenientes del norte global. A la invisibilización de la producción teórica latinoamericana se suman los diferentes procesos de denegación y expropiación epistémica, los cuales han alimentado la idea recurrente de que en América Latina no hay teorías generales sino más bien una “mirada específica”, suerte de “producción local” anclada en lo particular, un discurso sobre y desde los márgenes, marcado por el color local, la obsesión por la identidad y el estudio de caso, que requiere de modo inevitable los marcos generales de las teorías producidas en Europa y Estados Unidos.